lunes, 15 de septiembre de 2008

Europa, sé tú misma.

Desde Santiago te lanzo, vieja Europa,
un grito lleno de amor:
Vuelve a encontrarte.
Sé tú misma.
Descubre tus orígenes.
Aviva tus raices.

Juan Pablo II. 
2 noviembre 1982.

En la mañana de hoy domingo he visto la celebración de Benedicto XVI desde Lourdes, en conmemoración del 150 aniversario de las apariciones a Bernardette. El Papa está de visita apostólica en Francia, pais que normalmente nos ponen de ejemplo en la separación Iglesia-Estado. 100.000 personas, muchos de ellos enfermos, han asistido a la Eucarístia de esta mañana, acto central de la visita a nuestro vecino del norte.

Esta visita, como la que realizó hace 2 años a Alemania en la que pronunció el famoso discurso de Ratisbona, o la elección de Madrid como sede de la próxima Jornada Mundial de la Juventud de 2011, tan sólo 5 años después del Encuentro Mundial de las Familias en Valencia, al que tambió asistió Ratzinger, traen al recuerdo las palabras de Juan Pablo II interesándose por Europa.

Su discurso en Santiago en el año 82 era un completo llamamiento a reencontrar nuestras raices, a no renunciar a nuestra historia, a poner en su justo lugar aquello que nos ha configurado como los pueblos que somos.

El proceso de integración en Europa, por el que tanto se ha trabajado durante décadas y en el que se han hecho avances espectaculares, fue iniciado por algunos europeos con profundas convicciones cristianas, y algunos de ellos se encuentran en proceso de beatificación. La propia bandera europea, con 12 estrellas sobre un fondo azul, es una representación de la Virgen María, inspirada en un fragmento del Apocalipsis.

El fracasado proyecto de Tratado Constitucional Europeo (no se puede llamar Constitución a algo que no lo es) no incluyó, a pesar de haber sido pedido desde distintos ámbitos y haber sido defendido por algunos políticos, una referencia a las raices cristianas de Europa, omitiendo así la referencia a lo que de verdad la ha configurado, continuando así con un laicismo progre que lo único que hace es traicionar los principios y valores que han marcado la existencia de Europa a lo largo de los siglos.

En su estancia en París, antes de ir a Lourdes, el Papa fue recibido en el Elíseo y también se encontró con representantes de la cultura e intelectuales franceses. En la capital del Sena, reflexionó sobre "el laicismo positivo" y las relaciones entre la Iglesia y el Estado, recordando las palabras de Jesús también usadas en el discurso de JPII en Santiago: "dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios".

Si queremos seguir avanzando en una Europa únida, una Europa de los pueblos y de sus gentes, centrada en la persona, en su libertad y en su bien, y no en una Europa de la burocracia y de los negocios, no podemos renunciar a su historia, a su pasado y a sus principios. Hay que saber mirar al futuro, pero sin perder las raices.

Simplemente hay que dejarla que sea ella misma. Que seamos nosotros mismos.