Colores de la Pasión, acompañados de olores a incienso y cera, de velas que palidecen con el viento, pero que alumbran el arte que cada año se pasea por nuestras calles.
El sábado la Plaza de la Cruz olía a azahar. Y es que como bien dijo un amigo mío, deberían plantar más naranjos en Murcia. Incienso y azahar, cera y caramelos, pasión y arte, mezcla incomparable para una Semana Santa singular.
Hoy la marea colorá inundará Murcia. Cofrades de la Sangre, llegados desde toda la huerta, para el desfile más murciano. Los niños empezarán el desfile con sus campanas, para ver después las obras de González Moreno y Roque López, Hernández Navarro y Bussy, Dorado, Sánchez Lozano y Molera. Magno desfile, entrañable e incomparable.
Quizá, la mejor procesión de Murcia. Sólo quedan unas horas. Mi madre ya prepara las túnicas para mis hermanos. Es como un rito automático, siglos y siglos en los que se hace lo mismo en miles de familias. Luego queda atar el cíngulo, bien fuerte para que no se caiga nada. Y es que hay que llenar el buche. Hay que llevar la ilusión a niños y mayores. Ver la alegría en en una cara al recibir un caramelo, una estampa o, por supuesto, un haba. Y la explosión de júbilo al recibir una mona o un huevo.
Eso es el Miércoles Santo. No hace falta más orden, cuando se atiende con sentimiento. Hay que escuchar a los tambores sordos tras los carros bocinas. Hay que ver a Cristo andando sobre el lagar místico, hay que aprender que Murcia y su Semana Santa va mucho más allá de Salzillo y del Viernes Santo. Lo dice un Cofrade de Jesús.
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